Para iniciar tu propio negocio, primero tenés que Convertirte en Emprendedor, en la persona capaz de llevar adelante una idea, tener tu Misión personal y aprender a priorizar a partir de esa misión.
Pero no alcanza sólo con tener un propósito. Ese es sólo el primer paso.
Estamos acostumbrados a vivir un día a día en el que no frenamos mucho a pensar en el futuro. La televisión y muchas personas a nuestro alrededor nos enseñan más a “vivir el momento”, a “disfrutar del presente” y no nos motivan a pensar en el futuro.
Bueno, salvo el colegio que nos hace pensar en “qué queremos ser cuando seamos grandes” para decidir qué estudiar. Y la Universidad que nos hace reflexionar acerca de “en qué nos vamos a especializar” o “qué trabajo queremos conseguir”.
Pero, ¿alguna vez te hicieron estas preguntas?
¿Cómo querés ser?
¿A dónde querés estar?
¿Cómo querés que sea tu día a día?
¿Qué es lo que más te emociona?
¿Qué querés construir, qué legado querés dejar a tus hijos y al mundo?
¿Cómo te sentís realizado y emocionado?
¿Qué valor tenés para aportar a otros?
No se trata de pasarnos la vida planificando el futuro y olvidarnos de vivir el presente, ni tampoco vivir sólo en el día a día sin pensar hacia dónde estamos yendo.
Se trata de mirar hacia adelante para que el hoy tenga sentido.
La mayoría de las personas no hacen el ejercicio de mirar a largo plazo, proyectarse, encontrar su propósito y tomar decisiones en función de eso.
Por lo tanto, nos encontramos con muchas de ellas frustradas por no haber logrado nunca tal o cual cosa que querían cuando eran jóvenes, o porque no consiguen generar los cambios que desean en sus vidas.
Pero en realidad no están persiguiendo un horizonte claro, nunca lo tuvieron internalizado ni lo recordaron.
Pasó la vida y cuando se dieron vuelta y miraron hacia atrás notaron que “se dejaron llevar” y no vivieron con un propósito claro.
¿Te suena conocido?
Esto les pasa a muchísimas personas. Sin ir más lejos, recordemos el libro que escribió la enfermera australiana, Bronnie Ware, acerca de las cosas de las que se arrepiente la mayoría de las personas antes de morir. Ella misma dice que «el principal arrepentimiento de mucha gente es ‘ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera'».
Además reflexiona acerca de que ninguna de las personas que le dio su testimonio se arrepentía de algo que hizo. Hacer es vivir, a lo sumo nos equivocamos y aprendemos algo. Pero de lo que todos se arrepienten es de lo que no hicieron.
La misión necesita anclarse a una imagen clara.
Sólo encontrarás lo que buscás
Pero ¿cómo evitamos llegar al momento en el que miremos hacia atrás y sintamos ese arrepentimiento por lo que no hicimos?
Haciendo. Comenzando. Animándonos a equivocarnos, jugándonos por lo que queremos y no por lo que “se supone que hagamos” o “nos dijeron que era buena idea”.
Menos aún si lo que querés es iniciar tu propio negocio. Es probable que te encuentres con más obstáculos que consejos alentadores. “Es muy arriesgado”, te van a decir. “Es muy complejo, fíjate que los emprendedores que tienen éxito son los que vienen de familias de empresarios, tienen dinero, estudian MBA y tienen muchos contactos…”.
No podés sentarte a esperar el buen consejo, la situación ideal. Para que cada pequeño paso te acerque a un horizonte determinado (tener tu negocio en marcha, por ejemplo), primero ese horizonte debe ser claro, como una fotografía o una película.
No va a llegar solo, tenés que trabajar en tres cosas básicas para encontrarlo:
1) Definir con la mayor claridad posible esa imagen y por qué querés llegar allí. (¿Cómo se ve la situación en la que querés estar en un año? ¿Cómo se ve tu día a día teniendo tu emprendimiento en marcha?)
2) Definir, en función de esa imagen, qué es lo importante y qué vas a hacer concretamente para alcanzarlo. (Teniendo en mente esa imagen, ¿qué es lo más importante que podés hacer hoy?)
3) Tener el hábito de reconectarte permanentemente con tu misión y con esa imagen. Con este simple hábito no vas a llegar al momento en el que te arrepientas de algo que no hiciste, o sientas que tenías un sueño y no le diste su lugar.
Estos tres elementos conforman el hábito de tener tu visión clara y organizarte.
Quienes tienen su visión clara reciben energía diaria al conectarse con eso que los entusiasma y tienen un foco claro.
¿Te imaginás cuán distintos serían tus días si comenzaras dedicando unos minutos a imaginar en dónde querés estar dentro de un año, o en 5 o en 10, cómo querés que sea tu vida en ese momento? ¿Cuánto más motivado te levantarías?
¿Cuánto más sentido tendrían las cosas que hagas o dejes de hacer?
¿Harías lo mismo que hacés ahora todos los días?
Conectarte con una imagen de lo que deseás es una fuente de motivación enorme. Y sobre todo de claridad.
Los días se vuelven pequeñas batallas en las que tenés la oportunidad de acercarte un poquito más a eso que tanto querés.
No alcanza con una linda imagen
Motivación sin acción no nos lleva a ningún lado.
Desde la vida personal hasta la vida de las empresas, el mejor desempeño se da cuando se integra una visión con lo que se hace día a día.
La visión por sí sola no tendrá sentido si no desarrollamos las pequeñas acciones más adecuadas y necesarias para alcanzarla; y a su vez las actividades que llevemos adelante no tendrán sentido sin un horizonte claro.
Por eso, tener una visión clara y organizarse forman una bomba de éxito ;)
Pensar a largo plazo implica usar nuestra imaginación y creatividad para elegir y descubrir cómo queremos que sean las cosas, sin limitaciones. A partir de ahí podemos evaluar el presente: ver qué de lo que estamos haciendo actualmente nos acerca a cumplir nuestra misión y qué no.
Organizarse a partir de la Misión y Visión es simplemente equilibrar y enfocarse en lo importante.
Contrario a lo que muchas veces tenemos internalizado como “ser organizados” (asociado a “ser estructurado”, tener horarios llenos y el tiempo cronometrado), desde este enfoque significa simplemente tener claro hacia a dónde vamos, y qué es lo más importante que podemos hacer cada día para avanzar hacia ese norte.
Vincular la prospectiva con la organización semanal genera un doble efecto: nos da claridad y una mirada a largo plazo, pero a su vez nos permite ejecutar lo importante en el día a día, liberarnos de lo que no es importante y disfrutar mucho más el presente.
¡Mientras más claro tengas a dónde querés llegar, más lindos y significativos son los pequeños pasos que das cada día!
Tu Misión y tu Visión no tienen sentido si no las usás para tomar decisiones y actuar.
¡Quiero esta claridad y disfrutar más mis días! ¿Qué hago?
Como todo hábito, se incorpora de a poco, con pasos simples y mucho ejercicio hasta que se vuelve natural.
Por lo pronto, este hábito implica grandes pasos como:
1) Conectarte con tu Visión, plasmarla en algún soporte visual y revisarla periódicamente para conectarte con ella.
2) Generarte un momento para organizarte.
3) Identificar tus roles y qué te gustaría lograr en cada uno.
4) Identificar de las actividades que hacés cotidianamente, qué es importante y qué no lo es.
5) Revisar la Visión y organizar la semana a partir de lo que es más importante y los roles.
Estos grandes pasos a su vez se dividen en pequeñas acciones muy simples que con poco tiempo y mucha constancia nos llevan a incorporar el hábito y disfrutar de todos sus beneficios.
Ahora contáme en los comentarios, ¿qué NO estás haciendo hoy de lo cual te arrepentirías antes de morir?
¡Muy buen fin de semana!