“Me siento mal y no tengo ganas de nada”.
Esta no es una frase que digamos a menudo, pero que puede atacarnos a menudo.
Si queremos iniciar un negocio (o tenemos uno que está creciendo), esta frase puede afectarnos especialmente. Después de todo, nadie va a despedirnos por ir un día con mala cara a la oficina, y mucho menos por dormir todo un sábado…
Pero un día en el que no hacemos nada nuestro proyecto se estanca. Un fin de semana que nos pasamos sin hacer nada es un fin de semana perdido como emprendedores.
El rango de emociones que pueden generar esto es gigante, y todas traen el mismo resultado. En algunos casos es tristeza. En otros angustia. Tal vez simplemente estamos enojados por algo que pasó, nos sentimos solos o tenemos miedo por el futuro.
Ningún emprendedor está libre de estos días malos. De hecho, un emprendedor está especialmente expuesto a que esos días lo afecten. Hay días en que no tengo ganas de nada. Hay días en que discutimos con Lu. Muchas veces dudo (y temo) sobre cómo va a ser el futuro de mi negocio.
Yo, personalmente, no puedo jactarme de ser un robot.
Cuando a alguien que conozco le pasa algo grave me golpea fuerte, y tengo ganas de estar para ellos y dormir, nada más.
Cuando discuto con otras personas la discusión empieza a taladrarme la mente. Discutir con alguien de «Servicio al Cliente» puede sacarme completamente del eje de mi día. Si la discusión es con Lu, con Santi o un amigo, el efecto se triplica.
A veces me planteo objetivos y no llego a cumplirlos. En algunos casos puedo decir que no soy responsable (tal vez algo externo impidió que suceda), pero en todos los casos me genera preocupación: ¿qué estoy haciendo mal? ¿será que esto no es para mí? ¿me estoy proponiendo demasiado? ¿o haciendo muy poco?
Hoy quiero compartir con Ustedes un par de herramientas de Inteligencia Emocional que me resultan particularmente útiles en esos días difíciles. Creo que estas herramientas son parte de los hábitos emprendedores de los que poco se habla, y que hacen la diferencia entre las empresas que ven la luz del día y las que quedan como ideas en la mente de alguien.
Todo empieza por entender nuestras emociones
Lo primero que necesitamos para convertir “uno de esos días” en “un gran día” es entender nuestras emociones.
Las emociones no son un defecto. La imagen del emprendedor que funciona como una PC, siendo muy inteligente y productivo es mentira. Los emprendedores son personas. Necesitan hacer ejercicio igual que cualquier ser humano, y necesitan gestionar sus emociones y días malos igual que cualquier ser humano.
De hecho, sólo el 20% de los factores que determinan el éxito de una persona provienen de su IQ (o inteligencia en sentido tradicional). El 80% restante provienen de su Inteligencia Emocional. Las emociones tienen una función de supervivencia en el ser humano, y son la base para sacar lo mejor de nosotros mismos.
No está mal sentirse mal. Sentirnos mal por algo implica que nuestro sistema neuronal y psicológico nos está indicando que hay algo que debemos procesar y cambiar.
Dentro de ese sistema cada emoción tiene un significado particular, y es una “señal” sobre qué acciones debemos tomar. Ver esto nos permite aceptar esa emoción y hacer algo al respecto. Si la emoción deja de ser un enemigo y se convierte en un aliado, estamos pasando al bando de las personas con inteligencia emocional alta.
Por eso hay que dejar de lado el “me siento mal” como forma de expresarnos, e identificar qué emoción puntual es la que sentimos. No es lo mismo estar triste que enojado, por ejemplo. No es lo mismo estar cansados que angustiados.
Hay cinco emociones primarias que debemos aprender a identificar
La primera es el enojo. Aquí hay algo que me molesta. Puede ser algo que sucedió, algo que otra persona hizo o incluso algo que yo mismo hice/no pude hacer (frustración).
La segunda es el miedo. Sentimos miedo cuando nos sentimos que algo amenaza nuestra supervivencia y bienestar. Por eso hablamos del “miedo al fracaso”. Tememos que si algo sale mal no podremos sobrevivir, o estaremos condenados a vivir peor.
La tercera es la tristeza. Nos sentimos tristes cuando perdemos algo. Puede ser tristeza por perder una oportunidad, perder una relación o perder a alguien querido.
La cuarta emoción es el afecto (o cariño). Esto tiene que ver puramente con los vínculos y las relaciones con otras personas. Nos conecta con las personas que queremos, y va desde las relaciones personales cercanas (como nuestra pareja) hasta relaciones más lejanas, como las que surgen de una conversación casual en la línea del Supermercado.
La quinta emoción es la alegría. Nos ponen alegres (o contentos) las cosas buenas o lindas de la vida. Comer algo rico, contemplar algo fantástico, lograr cumplir un objetivo o descubrir algo nuevo.
Cada emoción tiene una función
Cada emoción surgió en los seres humanos con un motivo distinto. Al superar el “me siento mal” y reemplazarlo por “me siento _________ (triste/enojado/temor)” hacemos que sea fácil para nosotros aprovechar esa emoción.
La función del enojo es indicarnos que algo de lo que debemos defendernos (algo que necesitamos alejar). Cuando estamos enojados debemos pensar cómo vamos a eliminar (o cambiar) eso que nos molesta.
La función del miedo es de protección. Si sentimos miedo, la pregunta es: ¿cómo puedo poner a salvo las cosas que me importan?
De la misma forma la tristeza nos indica que necesitamos procesar o aceptar una pérdida. Especialmente las pérdidas en que no podemos hacer nada al respecto. Esto, en general, significa que necesitamos un momento tranquilos para dejar ir nuestra necesidad de que las cosas sean como antes.
El afecto nos lleva a continuar vinculándonos con personas como esas, y la alegría que deberíamos incluir más de esas cosas en nuestro día a día.
Si identificamos emoción, causa y acción, ¡todo empieza a funcionar!
Para aumentar nuestros resultados, podemos incluso ir un pasó más allá e identificar la causa de esa emoción: “siento _______________ (emoción), por _____________________ (causa de la emoción), así que sería bueno ______________________ (acción)”.
Este análisis es esencialmente proactivo, y convierte a las emociones en una herramienta al servicio de nuestro negocio y misión personal. Así, no vamos a sufrir por sentirnos mal, sino que vamos a ver en la emoción una oportunidad de mejorar algo. Está bien sentirse mal, diría nuestro amigo Nelson Portugal.
Identificar qué emoción está detrás es fundamental. Veamos dos ejemplos concretos:
Las emociones en “tragedias” cotidianas
Si, por ejemplo, perdí mi billetera (o cartera), voy a sentirme mal. Sino puedo procesarlo puede llevar a perder un día completo, y eso desencadenar una semana entera “a media máquina».
Identificar las emociones, en cambio, puede activar positivamente mi día.
Puede que la emoción que me genera la pérdida sea enojo. Estoy molesto conmigo mismo, porque no tuve cuidado con mis cosas. Tal vez es la segunda vez que me pasa este mes. Aquí el ejercicio va a ser claro: “siento enojo, porque no fui cuidadoso y perdí mi billetera, así que sería bueno que desarrolle el hábito de no apoyar mi billetera en las mesas de los restaurantes mientras como”.
Sino, puede que la emoción sea tristeza. Pura y sencillamente. “Siento tristeza, porque perdí una billetera que me habían regalado. Esta tristeza me indica que no hay nada que pueda hacer para recuperar la billetera, y que tengo que tomarme un momento para adoptarlo”. Así, frenamos nuestra respuesta natural a empezar a dar vueltas o mantenernos ocupados con cosas que no importan y directamente nos enfocamos en aceptar lo que sucedió.
Lo mismo que pasa con la billetera puede pasar con un día que se perdió, o una oportunidad que se pasó. Identificar si estamos enojados o tristes hace toda la diferencia.
Si la emoción que sientes es miedo, te sugiero empezar por este artículo.
Las discusiones con otros
Las relaciones con otros son una de las principales fuentes de días malos y momentos perdidos. Y el 95% de las veces podríamos sobreponernos más rápido aplicando estas herramientas.
Hace un par de años me dí cuenta de que en algunas discusiones terminaba enojado, mientras que en otras terminaba triste, y en otras simplemente sentía miedo. Cada emoción amerita una respuesta distinta, y no diferenciarlas es la causa de que tomemos acciones incorrectas.
Si estoy enojado, por ejemplo, debo identificar la causa de mi enojo. Ese enojo no indica que tengo razón en todo, o que el otro es un problema. Simplemente me marca que hay algo que me gustaría cambiar. Si me doy cuenta de que mi enojo no es con una persona, sino con un evento, puedo trabajar en conjunto con el otro para que no vuelva a suceder.
Identificar la causa aquí es importante porque no es lo mismo estar enojado con una persona que con una acción :)
Otras veces la emoción que nos queda es tristeza. Esto sucede mucho cuando lo que se pierde en una discusión es una expectativa o ideal que teníamos. Nos damos cuenta de que el otro no ve/hace/piensa como nosotros pensamos que lo haría. Ver que la emoción es tristeza nos debe llevar a tomarnos un momento tranquilos, aceptar que somos diferentes a los otros (y que eso no significa que el otro esté mal, o nos esté haciendo mal) y construir desde ahí.
Finalmente, puede que sintamos miedo. Tal vez la conversación nos dejó preocupados sobre nuestro futuro, o qué va a pasar en cierto escenario. Si veo que no es enojo por lo que pasó, sino que tengo miedo a lo que va a suceder luego, puedo poner mis energías en generar medidas para prevenir que algo vuelva a suceder.
Cómo superar el “me siento mal y no tengo ganas de nada”, en forma de hábito
El “punto débil” en este sistema es que puede suceder que cuando nos sentimos mal no tengamos energías para ser proactivos y pensar de esta forma.
¿Cuál es la solución?
Desarrollar el hábito de ser autoconscientes de nuestras emociones y usarlas como herramienta mientras nos sentimos bien.
Para eso no hay mejor forma que incorporar el hábito diario de frenar y pensar: ¿qué emoción siento hoy? ¿por qué? ¿qué debería hacer al respecto?
La mejor forma que he encontrado para hacerlo es a través de un diario personal, que yo llevo en Evernote. Puedes compeltarlo antes de ir a dormir por la noche, o mientras te organizas por la mañana.
Como hábito sólo toma unos dos o tres minutos. Implica abrir una nota nueva (o escribir en papel), poner la fecha, y responder a la pregunta: ¿qué emoción siento ahora? ¿por qué?
Listo.
Algunos días escribirás: “Ninguna en particular”, y con eso cumplirás tu hábito.
Otros días dirás: “Alegría, porque acabo de tomar un helado”.
Y algunos dirás: “Tristeza, porque me perdí mi serie favorita”.
Son algunos segundos al día, y el resultado es una consciencia de tus emociones creciente. Esto hará que en los días malos te resulte natural diferenciar qué te sucede, por qué y qué puedes hacer al respecto.
Si deseas identificar el disparador perfecto para este hábito en tu día a día (e incorporarlo seguro), puedes utilizar la guía “30 días para formar cualquier hábito”. Es parte del Kit Gratuito al que acceden los miembros de la Comunidad de forma totalmente gratuita, y puedes descargarla haciendo click en el botón naranja e ingresando tu mail:
Las personas productivas no se caracterizan por no tener malos momentos, sino más bien por recuperarse de ellos más rápido que el resto. Estas habilidades de inteligencia emocional te ayudarán a eso, y también a:
- Ser mejor para escuchar activamente y comprender a los demás. Esto es fundamental para trabajar con socios, vender y desarrollar productos.
- Superar los problemas de tu negocio con mayor claridad, soportar las frustraciones y convertirlas en oportunidades.
- Tener mejores relaciones personales, y explicar mejor lo que te sucede cuando hablas con tus seres queridos.
Así que la tarea para esta semana es simple. Elige un disparador, empieza a tomar nota de tus emociones y convierte esos días a media pila en días de cambios productivos :)
Y que sea por una semana de aventuras,
¡Abrazo emprendedor!
Mati