El artículo de hoy es de un invitado y es un artículo que me emociona particularmente. Lo escribe Jon Valdivia, un nuevo amigo español que tiene una experiencia muy interesante y la comparte de una forma muy linda hoy con todos nosotros.
Y no sólo me emociona porque trata sobre minimalismo y sobre bajar la velocidad, temas que me apasionan, sino porque es una prueba viviente de que los grandes cambios en nuestra vida se dan gracias a dos factores: enfocarnos en lo importante dejando ir lo que no es importante, y dar pequeños pasos todos los días hasta que damos un vuelco a nuestra vida.
Si estás emprendiendo o aún no diste el primer paso, estos consejos y experiencias van a servirte muchísimo para eliminar lo que no necesitás y enfocarte en lanzar o hacer crecer tu proyecto.
Los dejo con él, que lo disfruten :)
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Tengo el honor de contribuir a este blog y eso me intimida un poco. Sus editores me han pedido que os cuente algo acerca de mí y el tema en torno al cual gira mi propio blog: el minimalismo.
Si os digo la verdad, ese término estos días me enerva un poco, quizá porque está costando mucho aplicar mi propia filosofía a la vida diaria, pero ahí reside el reto.
El minimalismo, para mí, es una práctica que consiste en ir descartando aquello que sobra, para poder hacer sitio a las cosas que son importantes de verdad. Eso es diferente para cada uno, pero es una aventura descubrirlo.
Si fuera minimalista extremo podría terminar ahí el artículo, porque ya he comunicado lo importante y lo demás sobra, pero déjame que te cuente una historia para aprovechar este tiempo juntos.
Es la historia de un chaval de 22 años que un día decidió huir de su España natal para ir de aventura a Londres, donde esperaba encontrarse a sí mismo y vivir muchas experiencias.
No te quiero aburrir con mis pensamientos aquellos días, pero imagina mi sorpresa cuando me di cuenta de que todo lo que podría necesitar para mi aventura cabía en una sola maleta. Todo lo necesario para mi vida… dentro de un solo objeto. Ese fue un momento extraño y sorprendente al mismo tiempo, al darme cuenta de que no hacían falta tantas cosas para vivir día tras día.
Avanzando nueve años en el tiempo me convierto en experto en Social Media, y vivo pegado a mi smartphone, activo en varias redes sociales, con muchos proyectos en marcha y mil notificaciones por minuto. Quizá la experiencia te resulte familiar en la vida online.
Por aquellas fechas tuve la oportunidad de participar en una expedición a las montañas que separan República Checa de Polonia. Allí viví una experiencia fascinante, acampado con lo básico durante once días, y volví a darme cuenta de que, para sentirme intensamente vivo y feliz, no necesitaba mi smartphone ni las otras muchas cosas que ocupaban mi cabeza y mis estanterías.
Para estar en contacto con la vida, el camino consistía en ir a menos, no a más.
Nunca fue esto tan evidente como a mi vuelta desde las montañas al aeropuerto de Praga. De repente todo estaba lleno de ruido, de mensajes cautivando mi atención. El aeropuerto lanzaba avisos de vuelos retrasados, anunciaba por pantallas los horarios de llegada, la música de fondo del restaurante no dejaba lugar a mis pensamientos, y a cada lugar que mirase había algún mensaje intentando convencerme de que, si comprase tal o cual producto, mi vida sería mejor, porque «algo me faltaba o no era suficiente».
Y no me lo podía creer, querido lector. Todo ese ruido se interponía entre la vida y yo, y resultó una sorpresa lo mucho que me había acostumbrado a creer que ese zumbido constante de actividad y mensajes era la vida normal, cuando la vida realmente estaba esperando detrás de ese zumbido, igual que el sol siempre está detrás de las nubes o el silencio está detrás del ruido.
La constante sobre-estimulación de los sentidos se volvió un poco insoportable, pero me readapté bien a la «vida normal» en cosa de un mes.
Tras un tiempo viviendo en África tres años después, y muchas oportunidades de comprobar que lo mejor de la vida no estaba en las notificaciones del móvil ni en la capacidad de comprar aquello que me llamara la atención a cada momento, me comprometí con una vida minimalista.
Aún viviendo en una ciudad y con un trabajo de locura, intento eliminar todo el ruido que puedo para dejar sitio para otras cosas, que son las que dan sentido a mi vida: personas, música, creatividad, lecturas y proyectos.
Por ejemplo:
- Pertenezco al 9% de la población española que no tiene smartphone.
- También he organizado mi email para que sólo me lleguen emails de personas reales, y se eliminen o archiven las mil notificaciones de otros servicios o newsletters.
- Pagué todas mis deudas y nunca más compro a crédito. Utilizo principalmente efectivo y casi nunca mi tarjeta (no tengo tarjeta de crédito, sólo débito).
- Afortunadamente he eliminado la compulsión a comprar y acumular, y ya no siento necesitar nada más que lo que tengo.
- Me deshice del 70% de mis posesiones y ya no me identifico con «lo que tengo». Es una sensación liberadora. Cuando algo le pasa a algún objeto que poseo, ya no me pasa a mí. Es curioso… y bueno.
Es bueno porque me he dado cuenta de que mucho de lo que hacemos es una continua distracción, una compulsión por la novedad, por chequear el móvil, o estar a la última, por tranquilizar una ansiedad subyacente, fruto de la velocidad que lleva este mundo, del mensaje consumista de que nunca tenemos suficiente, nunca somos suficiente, siempre podemos ir a más.
Cuando le damos la vuelta a esa compulsión empezamos a descubrir lo que realmente había por detrás. Y eso no te lo puedo contar yo, es personal de cada uno.
Todavía queda mucho por aprender. Aún me puedo quitar cosas, sobre todo de la cabeza, pensamientos que no me sirven, antiguas emociones que me desconectan de la vida, hábitos que me adormecen en lugar de despertarme… de eso trata mi blog, y poco a poco voy quitando todo lo que sobra.
Intento llenar mi tiempo limitado con todo lo que realmente quiero en mi vida: amigos, creatividad, proyectos, aprendizaje, viajes y momentos inolvidables.
Así que sólo puedo invitarte a probar, a que intentes quitar peso de todo lo que tienes, que pruebes a vivir sin algo que consideras imprescindible y observes los resultados.
Al final sólo aprendemos cosas nuevas cuando hacemos algo diferente, cuando retamos algo que creíamos saber. Y desconfía un poco de aquellas cosas que «crees que necesitas», porque al final, aquello que necesitamos nos posee.
Muchas gracias por pasar un rato conmigo. Te mando un saludo desde Madrid, y nos seguimos viendo en jonvaldivia.com