“Recuerda que el fracaso es un suceso, no una persona” – Zig Ziglar
Hace unas semanas fue la primera vez que desaprobé un examen final en la facultad. Como a otros proyectos, desde que inicié la Universidad la viví como un desafío. No como algo que pusiese en juego mi persona o las cosas que más valoro. Simplemente se trata de esforzarse y disfrutar el desafío de crecer cada día un poco más. Por eso, no me sentí conflictuada en un primer momento. Aún así, a medida que pasaron las horas, empecé a sentirme mal. Empecé a dudar de mi desempeño y capacidad. Esto empeoró con mi reacción a mensajes de personas que me escribían, preocupados por lo que había pasado. ¿Acaso de verdad había fracasado? ¿De verdad era terrible desaprobar un examen en la universidad? Lo que había pasado, ¿anulaba mi trayectoria como alumna? Sin darme cuenta, estaba trasladando lo que había sucedido hacia mi persona. ¿Iba a poder afrontar luego esa situación, y superarla? ¿Tenía el potencial para hacerlo? Ahí emergió un factor muy peligroso: el miedo.
La bola de nieve
Antes que nada es importante que tengamos claro lo siguiente: el miedo no es malo. En una ponencia sobre emociones, los doctores Mario A. M. Vázquez y Patricia A. Francica explican que se trata de una de las siete emociones básicas de la persona. Esto quiere decir básicamente tres cosas: es breve, tiene una función y también una finalidad. Así, en esos momentos donde sentimos que hay algo (ya sea física o psicológicamente hablando) peligroso, se activa en solo un segundo esta emoción. Tiene como función prevenir este peligro, y su finalidad es el éxito y/o la supervivencia. Además, ante lo que nos provoca miedo tenemos dos opciones: huir o hacerle frente. Cuál sea la elección correcta va a depender, por supuesto, de la situación. Ahora bien. Cuando elegimos huir, y seguimos eligiendo esta misma opción cada vez que se nos presenta el miedo, de a poco deja de ser una emoción básica (con todas sus características) para convertirse en un sentimiento falso. Nos enredamos en ideas, empezamos a ver distorsionada la realidad. El miedo crece y se vuelve algo permanente. Se va formando una bola de nieve cada vez más y más grande. Eso comenzó a sucederme a medida que pasaban los días. Me olvidé de lo que venían siendo mis años en la universidad para enfocarme solamente en el examen que había desaprobado. De repente, tenía mi mochila cargada con miedos infundados y ese final se había convertido en un monstruo gigante y amenazador. Básicamente, estaba dejando que el control de mi misma lo tuviera algo ajeno, una simple situación. Ahí recordé la importancia de hacerse cargo, y también que estaba en mis manos volver a recuperar el control.
El poder en tus propias manos
Dejé de lado el sentimentalismo y empecé a escuchar ese miedo. Claramente había algo que quería decirme, y ahora estaba en mí tomar las medidas para superar el nuevo obstáculo. Era el momento de parar y retomar algo fundamental: el hacerse cargo pase lo que pase. Había desaprobado una materia y lo que pasara después no era responsabilidad ni de lo que estaba pasando a mi alrededor, ni del humor de la profesora, ni de nada. La responsabilidad dependía única y absolutamente de mi. A medida que desarrollás el hábito de hacerte cargo pase lo que pase, vas aprendiendo también a dejar de reaccionar y comenzás a pensar: ¿cómo hago? Ahora bien, cuando sentís que “no estás con las de ganar”, puede que te resulte difícil ver eso. Es probable que, si no tenés del todo incorporado este hábito, reacciones a lo que sucede. Así también, te pueden invadir pensamientos y emociones negativas en relación a otras personas o situaciones e incluso a vos mismo (como me estaba pasando). Me di cuenta que no me estaba haciendo cargo de lo que sucedía, y que mucho tenía que ver que no me asumía a mi misma como alguien capaz para superar la nueva dificultad. Así, en los días siguientes, dejé de preocuparme por los métodos de estudio y enfoqué la atención en cómo me sentía conmigo misma. No podía dejar de pensar en Sean Covey y en la importancia que da a esto. Recordaba uno de sus libros, en el que pregunta, en relación a la cuenta de banco personal: ¿cómo está el saldo de tu cuenta? ¿Cuánta confianza tenés a vos mismo?
Nadie va a confiar en vos, si no lo haces vos primero
Claramente, la confianza en uno mismo determina los resultados que se obtienen. Desde allí es más fácil asumir la responsabilidad de ser dueño de las propias acciones (y sus resultados). Toda mejora se realiza desde vos mismo, y sólo así es posible hacer la diferencia. La buena noticia es que la confianza de la que hablo no es algo que unos tienen la suerte de tener y otros no. Es una habilidad que con hábitos puede desarrollarse o aumentarse. En esta charla TEDx, el Dr. Ivan Joseph define la autoconfianza como “la habilidad o la creencia de confiar en uno mismo de realizar cualquier tarea, sin importar los obstáculos, las dificultades, las adversidades”. En otras palabras, significa que uno tiene la confianza de que puede lograr lo que se propone. A lo largo de su charla, Dr. Joseph comparte distintas formas para ir construyéndola.
- Repetición
No se necesita solamente la capacidad para practicar aquello que querés lograr, sino también la de persistir. Cuando practicamos una y otra vez algo, de a poco vamos preparándonos para el momento crucial. Acá algo importante es que cuando el Dr. Joseph habla de práctica no se refiere solamente a una física, sino también a una psicológica. Justamente eso es lo que le da fundamento a las anclas, implica hacerse dueño de una situación incluso antes de vivirla. Esta es la manera en que muchos deportistas de alto rendimiento se preparan. En cuanto a la persistencia, básicamente se trata de no frustrarse. Nadie tiene la obligación de nacer sabiendo algo o con ciertas capacidades, pero sí la responsabilidad de hacerse cargo de desarrollar las necesarias para conseguir lo que quiere.
- No aceptar un no
En la charla, el Dr. Joseph comenta que J. K. Rowling, autora de los libros de Harry potter, fue rechazada doce veces antes de que aceptaran su libro en una editorial. Sí, ¡12 veces! ¿Vamos a quedarnos con el primer no? ¿Con el segundo? Cuando algo es realmente importante para vos, entonces no hay por qué achicarse ante el primer obstáculo. Para mi recibirme es importante, forma parte de mi proyecto de vida, ¿cómo iba a frenar por miedo?
- Reafirmarse
Como podes ver, lo que me estaba jugando en contra era yo misma. Las personas tendemos a hablarnos a nosotros mismos todo el tiempo. Retarse, felicitarse, enojarse, elogiarse… Lo haces todo el tiempo. ¿Lo notaste? El problema está cuando esa voz se vuelve negativa, y tiende más a resaltar los defectos que las virtudes. En esos casos, es muy importante que encuentres tu propia manera de frenar y reencontrarte con todo tu potencial y capacidad. El Dr. Ivan Joseph sugiere, entre otras cosas, tener una carta de orgullo. Se trata básicamente de tener escrito una carta a vos mismo, donde te recuerdes todas esas cosas por las cuales podes estar orgulloso y que construiste o lograste. Es una manera de retomar lo que uno hace bien, y reafirmarse en ese proceso.
Convirtiendo los fracasos en ENCEPs
Teniendo claro que la responsabilidad de cambiar depende de uno mismo y que la confianza para asumir ese poder puede desarrollarse, se reafirma el hecho de que todos tenemos el potencial suficiente para lograr lo que queremos. Además, a esta altura y con todo lo que me había movilizado ese examen, ya no podía seguir mirándolo como un fracaso. Podía ver ahí una ENCEP (Experiencia Negativa Con Enseñanza Positiva) Con Lu escuchamos este concepto por primera vez en una charla Endeavor. ¡Nos pareció un cambio de paradigma increíble! Más en el mundo de los emprendedores, donde hay veces en que las cosas no salen como esperamos. Cualquiera sea la experiencia, siempre vas a poder extraer un aprendizaje. Claro que para eso es necesario la persistencia y la voluntad, no solamente la idea. Por eso, empecé a hacerme cargo de lo que estaba pasando:
- Volví a lo importante, me recordé una y otra vez por qué elijo ir a la universidad.
- Escribí cuáles eran mis temores.
- Repasé situaciones anteriores donde había sentido que perdía el control, y la manera en que las había sobrepasado.
- Hablé con mis hermanos y con amigos para que me recordaran cómo había podido antes (sí, siempre viene bien tomar fuerza desde la confianza de otros en nosotros).
- Enumeré los factores que no había manejado bien y que habían influido en que desapruebe.
- Armé una lista de aspectos que tenía que desarrollar para aprobar esa materia (como estudiar listas largas, por ejemplo).
- Organicé mis siguientes dos semanas para darle prioridad al examen, sin dejar de lado otros aspectos de mi vida.
- Separé momentos del día para caminar al aire libre, escuchando buena música, y pensar en el examen.
- Pedí ayuda a mis amigos (por ejemplo, uno de ellos me enseñó a desarrollar técnicas nemotécnicas) y dediqué tiempo a hablar con personas que hubieran estado en situaciones parecidas.
- Con todo lo anterior, armé una estrategia para encarar la próxima mesa de exámenes.
Así, empecé a aprovechar la energía de ese miedo que sentí en un primer momento. Lo que tenía en mis manos era una oportunidad más de crecer y de desafiar mis propios límites. Tres semanas después, estaba presentándome nuevamente a rendir esa materia. Más allá de los conocimientos teóricos, había afilado mi mejor herramienta: yo misma. Sin duda, ese fue el factor que mayor influencia tuvo en que ese día finalizara esa materia. Muchas veces uno mismo pone las trabas que evitan avanzar, por eso es muy importante desarrollar el hábito de hacerse cargo. Mientras más presente lo tengas, vas a identificar con mayor facilidad las posibilidades de revertir y modificar situaciones para conseguir lo que querés. Y, en ese contexto, lo que algunos podrían llamar fracaso, para vos son ENCEPs. Todo aporta y todo construye a ese gran proyecto que sos vos.
¡Así que manos a la obra! ¿Cuál es esa experiencia de la que podés aprender?