“Si pudiese mentorearme a mi mismo en 2007, no iría a la Universidad. Creo que podríamos haber tenido negocios funcionando como mínimo 5 años antes”.
Santi me escuchó decir esa frase y se río. Qué fácil es imaginarse cómo podrían haber sido las cosas.
Lo que pasó en 2007 es simple: nos enteramos sobre las ventajas de emprender y nos entusiasmamos. Sentimos que podíamos escribir una historia para nosotros mismos diferente a la de nuestros padres. No trabajar 8 horas por día 30 años seguidos. Viajar un poco más. Tal vez darnos algunos gustos.
El problema es que imaginar algo no lo hace realidad.
Entre 2007 y 2012 dimos vueltas intentando hacer realidad esos sueños. Hicimos de todo. ¿Planes de negocio de 200 páginas? Les presentamos a “Cian Group”. ¿Eventos para emprendedores? Todos, desde Endeavor NOA hasta charlas de 4 personas.
Cinco años no es poco tiempo. Menos cuando los inviertes sin obtener ningún resultado. Aunque todas esas vueltas hayan servido para aprender qué cosas no funcionan, yo sería el primero en cambiarlos por un vuelo directo a la tierra de lo-qué-SÍ-funciona.
Ninguno de los negocios que empezamos después provinieron de los aprendizajes de esa época. Ni Bona, nuestra marca de accesorios femeninos, ni nuestra venta de electrónica en Tecno Oportunidades, y mucho menos Superhábitos. Estos negocios funcionaron gracias a entender qué es emprender de un modo más simple.
Por eso no puedo evitar pensar cómo hubiese sido todo si en 2007 hubiera sabido lo que sé ahora.
Esta reflexión me surgió en una charla de domingo, sentados al aire libre. Después de reírse, Santi me hizo una buena pregunta, del estilo que sabe hacer gracias a tantas horas entrevistando emprendedores.
“¿Pero qué harías distinto entonces?”
En el post de hoy voy a intentar responder a esa pregunta.
1. Pensar menos en productos o marcas, y pensar más en personas y soluciones.
El error más grande que cometí fue empezar pensando en qué producto innovador podía vender, y cómo podía crear una marca memorable.
Me costó comprender que la marca y los productos son accesorios. Lo central de cualquier negocio es resolver problemas de personas.
Todos los talleres y productos de Superhábitos se basan en ayudar a las personas a darse cuenta de esto, y descubrir cómo hacerlo de la manera más efectiva. El resultado para los asistentes es el mismo que tuvo para mí: después de años leyendo sobre emprender, en menos de un mes tienen clientes.
Si pudiese compartir unos mates conmigo en 2007 me convencería de leer menos revistas y googlear menos “mega-ideas”. Me enseñaría a detectar problemas y convertirlos en oportunidades de negocio.
Sólo con eso ya me ahorraría un año de vueltas innecesarias.
2. No esperar a tener un gran capital. En cambio, aprender a variar los modelos de negocios.
Pasamos demasiado tiempo pensando en conseguir dinero para empezar. Estábamos atentos a todo lo relacionado al capital inicial: cómo conseguir inversores, planes de financiación del Gobierno o cuándo se abrían concursos de bancos. Uno de mis motivos al trabajar era que para empezar algo propio necesitaba ahorrar .
Pero no conseguimos nada. Todas las soluciones parecían requerir años de vueltas, demasiados trámites o requisitos que imposibles de cumplir.
Entonces volvía a postergar empezar mi negocio.
Hace un par de semanas participamos en las Jornadas de Estudiantes de Ingeniería Industrial. Lu estaba a cargo de uno de los talleres. La idea del taller era bastante divertida, y me habría servido mucho en 2007: los asistentes llevaban ideas de negocio, las ponían en común y pensábamos cómo se podían realizar sin dinero (o con muy poco).
Aunque surgieron ideas que parecían imposibles (como una planta de reciclaje y una fábrica de barreras contra-inundación), dos horas después habíamos llegado a modelos que permitían empezar sin dinero.
Me pasé un año completo buscando financiación, sólo para después empezar todos los negocios que funcionaron con capitales entre 10 y 100 U$.
La falta de dinero es, casi siempre, una excusa. Con las herramientas adecuadas resulta sencillo encontrar formas de empezar sin necesidad de un capital inicial.
3. No esperar a la versión definitiva para empezar, sino empezar para mejorar la primer versión.
Una de las carpetas más interesantes en mi PC se llama “Otras Ideas”.
Si entran allí van a encontrar subcarpetas con nombres curiosos: “Productora VHS” (para convertir cintas de vídeo en archivos digitales), “Peluches”, “La Liga de la Justicia” (información jurídica simplificada para consumidores), y varias más. Casi una decena de ideas de negocios que pensé y nunca llevé a cabo.
En cada una de esas carpetas hay notas, bocetos, planillas de excel y documentos. Ninguna de esas ideas se volvió realidad, y no porque fueran malas ideas. De hecho, son ideas que podrían funcionar hoy en día.
El problema real es que estaba esperando a pulir la idea a la perfección para ejecutarla. Quería tener claro exactamente cuánto cobrar, cómo dar un servicio de máxima calidad, tener los equipos de última generación, infraestructura para cubrir todo el Norte Argentino y hacer economía de escala.
Quería empezar la empresa en su forma definitiva, y por eso nunca las inicié.
Ahora me aconsejaría empezar, ir aprendiendo y mejorar en base a la experiencia. No implica empezar con un producto trucho o mediocre. Hay que llegar al punto en que el producto es efectivo y sólido, pero jamás esperar a que sea perfecto.
Con esto en mente hubiera empezado todos los negocios que quedaron archivados como sueños.
Sé que muchos de Ustedes tienen en su PC una carpeta igual: ¿cuántos negocios ya hubieran empezado si se permitieran empezar con algo imperfecto?
Me gustaría hacerme esa pregunta a mí mismo hace un tiempo. Me hubiera ahorrado otro año.
4. No dejar que la opinión de no emprendedores me frene, y darle un mayor peso a lo que era importante para mí.
Tenía miedo de fracasar. En realidad, ¿hay alguien que no lo tenga?
Cuando presentaba una idea a mis amigos o familia recibía miradas con duda: “¿lo dice en serio?” También comentarios que reforzaban mis miedos: “pero si no tienes suficiente dinero”, “creo que deberías pensar esta idea un poco más”, “es que no me suena como algo realmente innovador”, etc.
Estos comentarios no sólo me hacían sentir que tenía razón al posponer. También me alejaban de tomar acción, porque temía hacerlo, fracasar y escuchar varios “te lo dije”.
Claro que en ese momento no veía con claridad que no hay ningún “te lo dije” que pese tanto como el propio arrepentimiento. Por eso no seguí con mis ideas de emprender en radio o cine (habíamos empezado una productora con algunos amigos en 2008). El precio de dejar a un lado proyectos que me entusiasmaban recién se volvió claro para mí en 2013, cuando fui parte de un accidente automovilístico.
Desde entonces entiendo y aplico el marco de decisiones que Jeff Bezos denomina «Regret Minimization Framework» (Marco de Referencia para Minimizar el Arrepentimiento). Esta es la cuarta cosa que me enviaría por mail a 2007:
“Quería proyectarme a mis 80 años y decir: “Ok, estoy mirando lo que hice con mi vida. Quiero reducir el arrepentimiento tanto como pueda”, Sabía que cuando tuviese 80 no iba a arrepentirme de haberlo intentado (iniciar un negocio). No iba a arrepentirme de intentar participar en esta cosa llamada Internet, que yo pensaba iba a ser algo importante. Incluso si fallaba no iba a arrepentirme, pero sí iba a arrepentirme de no haberlo intentado nunca. Eso me perseguiría cada día y, entonces, cuando pensé de esta forma la decisión se volvió fácil. Y pienso que es muy bueno. Si te proyectos a los 80 años y piensas “¿qué voy a pensar de esto en ese momento?”, se eliminan muchas piezas cotidianas y de corto plazo que te confunden. Si piensas en el largo plazo entonces puedes tomar buenas decisiones de vida de las que no te arrepentirás luego”.
Creo que esta forma de pensar facilita muchísimas decisiones a quienes desean emprender. Proyecta al final de tu vida y decide desde ahí. No sólo te lo digo a ti, que estás leyendo. Me lo digo a mi mismo.
Eso hubiera ahorra otro año. Van cuatro ahorrados, falta uno.
5. No hay un momento perfecto, pero eso no es un problema.
Oye, yo del pasado: el mejor momento era hace unos años. Tal vez incluso en 2005. Mientras tú estabas jugando Playstation joven inició un negocio con el que ahora mantiene a su familia.
¿El segundo mejor momento?
Ahora.
Me tomó mucho tiempo comprender esto. Leí esta frase recién en 2012, gracias a Scott Dinsmore.
Ayer por la mañana estuve investigando el “Índice de Facilidad para Hacer Negocios”. Es una clasificación que hace el Banco Mundial de las economías de 189 países, generando un ranking de acuerdo a en qué contextos resulta más fácil iniciar una empresa y hacerla crecer.
Argentina está en el puesto 121. O sea que en el 66% de los países es más fácil iniciar un negocio que donde empezamos Superhábitos. Tú país, probablemente, esté en ese 66%. En 2007 este dato hubiera ratificado que aún no podía empezar un negocio. Que había que esperar un poco más.
Pero eso sería una excusa, y el problema de las excusas es que bloquean nuestra creatividad.
Ponen el foco ahí afuera, y no en nosotros mismos. Pensamos en nuestra edad, el momento de nuestra vida y la economía nacional. Tal vez en qué tipo de familia nacimos, nuestro sexo o algo que nos pasó de niños. Es que yo tengo un empleo, o es que estoy desempleado. Le otorgamos poder a un evento externo, y eso nos frena.
Si decides que iniciarás un negocio en tu contexto personal, social y nacional, pase lo que pase, se elimina la pregunta de si es posible. En su lugar, se abre una nueva: ¿cómo es posible? ¿qué variante puedo generar?
Si la pregunta es “¿cómo?”, en cambio, se activan todos nuestros recursos. Empezamos a ver qué podemos hacer con lo que tenemos, y cómo podemos modificar los modelos de negocios para nuestro contexto. Me hubiera ahorrado un año completo de quejas sin sentido con esta pregunta en mente.
Ojalá hubiera hecho estas cosas distinto.
Cada uno de estos tips puede ahorrarte un año. Juntos, te ahorrarán media década. En mi caso, eso significa que hubiera empezado negocios rentables no en 2012, sino en 2007. Que no hubiera ido a la Universidad, y que podría haber ayudado a muchas más personas hasta hoy.
Al cominarlos te das cuenta De que emprender no es algo a lo que debas dar vueltas durante una década. Pasar de la idea a un negocio con clientes puede lograrse en 30 o 45 días.
Además de la conversación con Santi, hubo otra que me motivó a escribir hoy. Me encontré con un amigo, que me dijo que quería hacer el mentoreo de Superhábitos. Le pregunté cuándo quería empezar y me dijo…
“En Febrero, calculo. Ahora ya se me pasó el año”.
Esa misma frase hubiera dicho yo hace unos años. Después de todo, estaba convencido de que un negocio es algo complejo que requiere años de elaboración y planeamiento antes de siquiera ver la luz.
Mientras tanto, claro, hay emprendedores que pensarán e iniciarán negocios 100% nuevos antes de que termine el año. Tendrán clientes, y usarán el dinero para pagar algún regalo de navidad.
Si pudiera hablar conmigo mismo un 30 noviembre de 2007 me advertiría no caer en la trampa de pensar que el año se pasó. Me comentaría estos cinco puntos y guiaría a pensar soluciones, lanzar una primer versión y vivir un diciembre del que no vaya a arrepentirme cuando tenga 80.
Claro que no puedo hacer eso. Nadie puede viajar al pasado.
Pero sí que puedo decirte a ti, que estás pensando en emprender, que recuerdes que el año no se ha terminado. Tienes tiempo y recursos suficientes para hacer de este mes uno del que te sientas orgulloso. Y sólo necesitas saber cinco cosas:
- Piensa en resolver problemas de personas reales.
- Empieza con un modelo que no requiera dinero.
- Lanza una primer versión que puedas mejorar luego.
- No decidas por temor, sino por lo que te hará sentir orgulloso.
- Jamás habrá un mejor momento para empezar que este.
¡A sacarle el jugo a diciembre!