Enfocar, equilibrar ¡y planificar! 3 pasos para organizarte mejor

«El momento adecuado para arreglar el techo es cuando el sol brilla»

 John Kennedy

 

¿Sentiste alguna vez que el tiempo no te alcanzaba? ¿O faltaste a alguna reunión, importante para vos, por estar «ocupado» trabajando? ¿O dejaste para último momento una tarea o el estudio, para compartir tiempo con tus amigos? ¿No conseguiste algún objetivo que te hayas propuesto? ¿Sentiste que las urgencias te desbordaban? ¿Te preocupo «no estar cumpliendo ni aquí ni allá»?

Me pasó, y me pasó muchas veces. A medida que vamos tomando decisiones y asumiendo nuevos compromisos, es cada vez más importante esforzarnos por mantener el equilibrio entre las distintas dimensiones. Creo que es algo en lo que estamos la mayoría de acuerdo. Ahora, la pregunta es ¿cómo conseguirlo?.

Es fundamental, primero que nada, tener muy claro aquellos aspectos que son realmente importantes en nuestras vidas. Pero en este punto, hay que dedicarle especial atención. Buscar algún lugar tranquilo, donde puedas relajarte y pensar, y reflexionar acerca de lo que querés para vos y para tu futuro. Recién desde allí tomar elementos presentes (que ya poseas o no) que te lleven hasta donde deseas llegar y esforzarte día a día por alcanzar tu visión.

Pero si no tenés claro el lugar al que te estás dirigiendo, el día a día te va a resultar mucho más complicado.

Así, en el proceso gradual (que va al ritmo de muchos otros procesos internos tuyos) de construir lo que realmente querés, el tener siempre presente tu meta, te facilita el día a día y la toma de decisiones. Si estás saliendo con alguien y estás convencido de que deseas que esa persona siga siendo parte de tu vida en el futuro, bajo ningún punto de vista te vas a sentir culpable por pasar tiempo con ella sino todo lo contrario: vas a saber bien que es importante le dediques tiempo. Extendé la idea al ámbito que quieras, pero siempre vas a encontrar que mientras más claro tengas el lugar que ocupan las cosas en tu vida, más fácil te va a resultar tomar acciones y decisiones en relación a las mismas.

 

Personalmente, desde que era chica fui muy exigente conmigo misma. Pero las exigencias conmigo mismo estuvieron vinculadas más bien a aspectos académicos. Cuando todavía estaba en la secundaria, habían tardes o fines de semana que no salía con mis amigos para poder estudiar para una prueba (ahora, recién cuatro años después, puedo ver que la magnitud no era tan grande). Pero en su momento, incluso el primer año en la facultad, me desesperaba cuando sentía que no llegaba a cumplir con ciertos exámenes y sacrificaba, por eso, las otras dimensiones de mi vida. Hacía muy poca gimnasia, los tiempos con mis amigos eran a veces escasos, me molestaba cuando tenía demasiadas tareas en casa para hacer. Y, encima, ¡tampoco disfrutaba dedicarle tanto tiempo al estudio!

Tal vez viviste algo similar, tal vez la situación contraria.

Si nos sentáramos y revisáramos caso por caso, creo que en la mayoría veríamos el mismo problema de fondo: la falta de claridad en las metas y la necesidad de planificación. Acerca del equilibrio y la importancia de tener claro el horizonte, no voy a explayarme mucho más. Hace un tiempo, Lu escribió sobre Enfocar y equilibrar para sacar lo mejor de uno (podes ver el primer post acá y el segundo acá).

Hoy me gustaría que centremos el foco en la planificación.

Y, sobre todo, me gustaría que nos despojemos de la concepción de la planificación como algo estructurado y que lleva a lo rutinario. Me parece importante concebirla como una herramienta más de la libertad.

En Internet, libros y cursos vas a encontrar sin duda muchísimas formas y métodos para organizarte y planificar.

¿Cómo saber cuál es la mejor para vos? Es simple, probando, evaluando resultados, animándote a cambiar y crear.

  • Probando ¿cómo sabes que te gusta determinada fruta y tal otra no? Seguramente porque, en algún momento, las probaste, las conociste. Cada método está desarrollado por personas con necesidades específicas y, si bien a través de experiencias compartidas y trabajo sinérgico se va mejorando, es preciso que te animes a adaptarlo a tus necesidades particulares. Jugá, divertite buscando la forma de organizarte que mejor te resulte. Podrías por ejemplo armar esquemas con dibujos y colores donde ordenes tus días en función de tus objetivos. O, si te gustan más bien los trabajos ordenados, podrías servirte de una tabla donde con claridad puedas ver qué vas a hacer cada día.
  • Evaluando resultados: de todas las experiencias podemos aprender, pero para obtener ese aprendizaje es necesario una pausa. Un frenar, para ver con mayor perspectiva cómo te está resultando. No necesariamente porque un método sea avalado por algún experto, tiene que resultarte útil. Vos, y nadie más que vos, sos experto en tu propia vida: ¿quién mejor entonces para hacer una evaluacion? Pensá en aquellos aspectos que te resultaron útiles, en los que cambiarías, pensá también en aquello que creas que le faltó. Mientras más crítico seas con el método, teniendo en cuenta los resultados obtenidos en relación a lo que buscabas, más te vas a ir acercando a tu forma de organización ideal.
  • Animáte a cambiar y crear: tomá tus experiencias y los aprendizajes que sacaste de ellas, también tu análisis crítico. Con todo eso, y usando como principales herramientas tu imaginación y creatividad, construí de a poco una forma de organizarte que realmente cumpla con lo que vos necesitas. Cámbiale y agrégale todo lo que te gusta. Va a ir tomando forma con el tiempo, la constancia y el compromiso con vos mismo.

 

He venido aplicando estos tres pasos durante ya bastante tiempo y, hoy por hoy, todavía me esfuerzo por encontrar el método ideal. Pero puedo asegurarte algo: ahora puedo manejar el tiempo de mi semana para hacer la mayoría de las cosas que me propongo.

Aprender a utilizar las 168 horas semanales para aquellas cosas que son mis prioridades, no sólo me dió más libertad sino también más armonía interior.

Y, en relación a esto último, un consejo: se flexible.

Las planificaciones inmodificables pueden generar cierta frustración cuando los planes cambian o cuando no se cumplen los objetivos. Somos seres humanos y somos en un mundo, con otras personas y con situaciones que se escapan de nuestra zona de influencia. La posibilidad de que emerja algún imprevisto es alta, y cuando sea necesario modificar lo que habías planificado, la flexibilidad va a ser tu mejor aliada. Prevé tiempos en tu semana para estas situaciones, para así poder atenderlas sin que ello genere una alteración grave en tus objetivos. Si a eso le sumas trabajar siempre con anticipación, te vas a sorprender de lo mucho que podes hacer durante tu semana :)

 

Para terminar, te propongo que hoy mismo (aunque después, tal vez sea mejor que encuentres el mejor día de tu semana para dedicar un poco de tu tiempo a planificar):

  1. Elijas algún método de planificación que te resulte práctico y lo utilices para organizar tus prioridades.
  2. Cuando termine la semana, te sientes y evalúes cómo te resultó ese método. Anotá todo: lo que te sirvió, lo que no, lo que le cambiarías o le agregarías.
  3. Desde tu análisis de cómo te funcionó, hace los cambios necesarios y organizá desde ahí tu próxima semana.

 

¡Desarrollar el hábito de la planificación es un proceso! Y como todo proceso, implica tiempo, persistencia y esfuerzo. Pero los resultados valen la pena :)

 

 

¿Te animás?