Fin de año: dos buenas formas de vivirlo

La época de fin de año es vivida de diferentes maneras:

  • Algunos no ven la hora de que termine el año, ya sea porque están esperando las vacaciones, o porque les ocurrió algo negativo este año y el comienzo de uno nuevo es símbolo de renovación y de que aquello es historia pasada.
  • Algunos no quieren que termine el año, por ejemplo quienes terminan el colegio y saben que el nuevo año implica nuevas experiencias que traen incertidumbres, quizá despedidas, y miedos.
  • Otros no quieren que termine el año porque sienten que aún no hicieron lo suficiente.

Lo interesante de esto es que, si bien seguramente hay muchas otras percepciones acerca del fin de año, en la mayoría de los casos es un momento que no nos es indiferente.

Y esto ¿por qué?

Así como es bueno plantearse objetivos, y es bueno aprender a ponernos plazos a nosotros mismos sin depender de factores externos, el fin de un año y el comienzo de otro son momentos que nos unen y nos ponen a todos en sintonías similares.

Todo en la vida está organizado en base a los tiempos determinados como las horas, los días, las semanas, los meses y los años. Entonces, por más que ejercitemos nuestros hábitos y tengamos la capacidad para plantearnos nuestros propios desafíos, nuestros objetivos y nuestros plazos personales, también tomamos estas medidas externas para proponernos cosas, y de esa forma nos vinculamos un poco más con los otros.

Si nos planteamos objetivos anuales, dentro de esos 365 días vamos a ir elaborando y cambiando nuestras estrategias, mejorando, equivocándonos y volviendo a intentar. Pero cuando esa unidad de tiempo termina, podemos mirar hacia atrás junto con otros y compartir las reflexiones y aprendizajes de ese camino recorrido.

Yo puedo reflexionar acerca de que este año que pasó terminé mi carrera universitaria, trabajé y aprendí, dejé ese trabajo y decidí enfocarme en desarrollar mi negocio; y puedo hacerlo junto con un familiar que este año logró organizarse mejor y tener más tiempo para la familia; o con Mati que este año logró un equilibrio increíble entre el trabajo, el estudio y los proyectos más importantes que tenemos; y a su vez con mi prima de 14 años que atravesó dificultades en el colegio; y también con mi prima de 24 que pasó momentos difíciles y ya llegando al final del año de a poco logró estabilizar todo…

Lo que quiero decir es que no importa la edad que tengamos, las cosas que hagamos, cuando llega fin de año todos podemos estar en un momento de reflexión y compartir, evaluar, y poner energías en comenzar muy bien el año siguiente.

 

Ahora bien, de las diferentes formas en las que las personas viven este momento (las que listé al principio y otras más), a mí me gusta otra que tiene que ver con un poco de todo: me gusta vivir el fin de año por un lado, como un fin de ciclo en el que es necesario mirar hacia atrás, frenar, pensar, disfrutar de lo construido y de todo lo lindo, aceptar lo que no nos gusta y sobre todo pensar en cómo mejorarlo. Pero, por otro lado, me gusta pensar en continuidades, y no tanto en cortes y nuevos comienzos.

El año termina y comienza uno nuevo, y seguimos siendo quienes somos. Son las 12 de la noche y ya es un año nuevo, y eso tiene una energía especial (sobre todo en donde vivimos que se suele festejar, compartiendo con otros y expresando cariño con abrazos, gritos y alguna que otra lágrima ;) ).  Pero a su vez es una continuidad, y a mí me gusta verlo de esa forma porque me ayuda a darme cuenta de que ese trabajo de reflexión y de evaluación para mejorar, ese frenar y re comenzar es importante, hace bien y se puede hacer más seguido, no sólo una vez por año.

Si tenemos un “mal día”, si llega la noche o el fin de semana y miramos hacia atrás y reflexionamos acerca de lo que nos pasó, lo que hicimos, lo que no hicimos, y disfrutamos de pensar cómo queremos hacer las cosas mañana, cuando lleguemos a fin de año todo va a ser más lindo.

Y no termina ahí, si abrazamos fuerte la idea de continuidad veremos que no sólo es posible hacerlo de un día para otro, o semana a semana. Se puede hacer durante el día, ¡sí, durante el día! Si somos lo suficientemente proactivos, nos animamos a ser vulnerables, y ejercitamos los hábitos necesarios para esto, podemos tener pequeños espacios de reflexión, evaluación y decisión de cambio dentro de un mismo día, sin tener que esperar a que “comience un nuevo día” como requisito indispensable.

 

Entonces, les propongo vivir el fin de año y el año nuevo con un fuerte compromiso con nosotros mismos,

  • Reflexionar sobre el año y sobre nosotros mismos.
  • Mirar hacia atrás, recordar.
  • Disfrutar los logros y los crecimientos, sobre todo los que tienen que ver con pequeños cambios en nuestro interior y pequeños cambios en los vínculos con otros (haber aprendido a estar más tranquilos y no preocuparnos tanto, o haber mejorado el diálogo con algún amigo o familiar cercano). Estos son los logros más valiosos a largo plazo.
  • Mirar atentamente las cosas que nos hubiese gustado hacer de otra manera; desentrañar los procesos de aquellos resultados negativos que tuvimos, sin centrarnos en los resultados, sino más bien en los procesos previos.
  • Si nos propusimos cosas a principio de año, mirarlas, ver qué cumplimos, qué no, por qué. Siempre preguntarnos el por qué, no quedarnos con lo cumplido o no cumplido solamente.
  • Proponernos dos o tres objetivos para este nuevo año que comienza, y procuremos tenerlos presentes durante el año y no desempolvarlos recién en diciembre :) (sí, a todos nos pasó alguna vez).

 

Y también vivamos este momento como una continuidad,

  • Que no sea el único momento en el que frenamos a pensar, a compartir con otros.
  • No porque sea Navidad y Año Nuevo estemos estresados, apurados, por “todo lo que hay que hacer”. Tratemos de vivirlo de forma simple, de disfrutar estos días al igual que todos los demás días. Desde hace un par de años en mi familia decidimos vivir más relajados estos días y, si bien son para nosotros muy especiales y tienen una carga emocional a nivel familiar muy linda, lo que hacemos ahora es vivirlo como una linda reunión en familia, como muchas otras, simplificamos el tema de la comida (antes hacíamos las clásicas comidas de navidad, que llevan tiempo y “siempre falta algo”, en cambio ahora hacemos un asado, que además de ser muy rico, es algo simple y que genera un ambiente relajado y para compartir, como ninguna otra comida lo hace). Desde entonces, todo es más relajado :)
  • Vivamos y regalemos experiencias, siempre. Así como en el día a día es lindo e importante regalar sonrisas, estar para otros, regalar experiencias más que cosas materiales, en las fiestas también podemos hacerlo. Esto tiene dos ventajas: por un lado, son regalos fuera de lo común e inesperados, y si lo hacemos de corazón estamos regalando algo que no se olvida y es mucho más especial que una prenda de ropa o un adorno (claro que todos los regalos son lindos por el gesto que implican, no quiero decir que esté mal regalar cosas). Y, además, ejercitamos nuestra creatividad y nuestro conocimiento de los otros. Para regalar experiencias tenemos que estar atentos a qué es importante para el otro, tenemos que conocerlo y saber de qué forma particular podemos aportarle.

Un bonus: regalando experiencias podemos ser independientes del excesivo consumo que se genera en estas fechas, y concentrarnos en lo importante, que nunca está en objetos. Este año me propuse regalar experiencias a las personas que más quiero, algunos ejemplos son: invitarlos a comer a un lugar especial, compartir una rica comida y una linda charla; regalar entradas al cine a dos personas que hace mucho que no van; los 7 hábitos para adolescentes para mi prima de 14 años; frasquitos de té especial; cartas; una merienda en un lugar especial a una persona que sé que ama las meriendas ricas; entre otros :)

Y vos, ¿cómo vivís tu fin de año? :)

¡Felices comienzos y continuidades!