Tengo que ser honesto, y confesar algo: dentro del Equipo de Superhábitos, soy el más reacio a viajar.
Sí, sé que decirlo es un sacrilegio. Y no, no es que no me guste viajar.
Pero durante mucho tiempo pensé en los viajes como un premio. Me sentiría mal por ello, pero creo que es algo que muchos sentimos: “Voy a trabajar duro, así luego podré viajar”. El mundo parece estar organizado de esta forma: trabajo, luego vacaciones (y ahí viajamos). Si nuestro trabajo incluye viajes, sentimos que “esos no cuentan”.
Además, cuando emprendemos, no existen las vacaciones tradicionales. Si nos tomamos unos días, o si gastamos en un viaje, no están cubiertos por un salario, la ley laboral o el pago de un bono de fin de año.
Como dueños de negocio, el primer pensamiento cuando tenemos tiempo o dinero es en invertirlo. Comprar algo nuevo para la empresa. Trabajar en ese proyecto que venimos postergando.
Y ya viajaremos cuando esté todo funcionando…
Ese es el guión con el que lo pensaba, y lo reconozco. Podríamos llamarlo el mal del “postergador crónico”. Es un mal bastante común, de hecho. Aunque a mí me afectaba con los viajes, a otras personas las afecta al postergar el momento en el que pasarán más tiempo con su familia, que volverán a hacer deportes o que empezarán a tomarse en serio su formación.
Hay dos grandes problemas con este mal.
El primero es que siempre hay algo más para hacer: se puede ir un poco más allá, generar un poco más de ingresos o alcanzar un hito más. Cada vez que estamos llegando a la meta por la que postergamos, encontramos una meta más lejos a la que apuntar.
El segundo problema es que, al postergar, tenemos un efecto contrario al que deseamos. En lugar de concentrar energías y llegar más rápido, ¡terminamos dejando de lado recursos que nos ayudarían a avanzar mejor!
Esa es la lección que aprendí en estas semanas.
Viajar como premio vs. viajar como sistema
Por suerte para mí, trabajo con dos personas que no sufren de este mal. También tengo la fortuna de que las decisiones en el equipo se conversan.
Cuando surgió la idea de hacer un viaje y yo propuse posponerlo, la conversación me dejó ver con claridad que no tenía motivos reales para hacerlo. Estaba inventando una nueva meta a la que llegar, porque la anterior ya había pasado.
Esto me ayudó a ver que postergar crónicamente es sólo una variante del perfeccionismo. Postergamos porque sentimos que las cosas no están suficientemente bien. Queremos esperar a tener todo resuelto, y a que el momento sea perfecto.
Pero el momento nunca es perfecto. Y, por suerte, siempre va a haber un nuevo proyecto por realizar como emprendedores.
Pensar esto me ayudó a romper el hechizo. Dejé de pensar en el viaje como una recompensa que llega cuando hicimos las cosas perfecto, o cuando alcanzamos la plenitud de la gloria. Empecé a pensarlo, en cambio, como una parte más del sistema de hábitos y actividades que hace que cada año estemos mejor y avancemos más rápido.
Si lo piensas así tú también, verás que el viaje no es algo que debas esperar, sino que puedes generarlo. Así como nos ponemos plazos para hacer ejercicio, y nos esfozamos por cumplirlos, deberíamos priorizar viajar.
De forma central, los viajes nos obligan a sacar una mejor versión de nosotros y nuestros hábitos. Y lo hacen, al menos, de 7 formas.
7 formas en las que viajar mejora tus hábitos
La principal ventaja de un viaje es que es muy difícil mantener el control de todo. Viajar implica flexibilidad, incluso para el mejor planificador de viajes. Viajar nos saca de nuestra vida cotidiana y la rutina, donde todo está controlado.
Piensa en tu día a día, incluidos los fines de semana: ¿no hay acaso un alto nivel de predictibilidad? Sabes cuánto tarda ir de un lugar a otro, a quienes verás en cada zona de la ciudad, y probablemente hasta tengas rituales para los días/tiempos libres.
En un viaje esa predictibilidad desaparece por completo.
Puedo decirte, con exactitud, cuánto tarde en ir desde San Lorenzo (donde vivo) hasta Salta Capital.
Pero calcular cuánto tardo desde Maipú (donde estoy ahora) hasta el centro de Mendoza es para mí un misterio enorme.
Todos los viajes implican eventos o cambios inesperados, y eso implica que tenemos que ejercitar a diario nuestra capacidad de ajustarnos a ellos.
Esto se ve en cada uno de los puntos siguientes.
#1. Viajar demuestra que el mejor disparador para tus hábitos no son los horarios
Como los lectores asiduos de Superhábitos bien saben, para desarrollar hábitos debemos partir de la estructura disparador-conducta-recompensa.
Un error bastante común que veo al intentar desarrollar hábitos es fijar el disparador en una hora fija. Por ejemplo, “todos los días a las 19 voy a hacer ejercicio”. Esto es un error porque en cuanto surge un imprevisto, el hábito queda de lado. Si los imprevistos suceden dos días seguidos, el hábito se pierde.
Un disparador efectivo está anclado a otras acciones que realizamos a diario, pase lo que pase. Así cumplimos con el hábito, pase lo que pase. Por ejemplo,, “todos los días al llegar a casa voy a hacer ejercicio”.
Los viajes vuelven esto aún más claro. Entre los transportes, reuniones, excursiones y paseos un viaje tiende a tener horarios que cambian a diario.
Si aspiramos a mantener nuestros hábitos durante un viaje, tenemos que mejorarlos, y cambiar los disparadores que usamos.
#2. Viajar es un excelente motivo para digitalizar y minimalizar.
Nuestro día a día tiende a darnos excusas para postergar digitalizar y minimalizar. Después de todo, ¿para qué voy a digitalizar esa carpeta de notas? ¿o ese libro? ¡Están al alcance de la mano!
Es fácil pensar que es más barato mantenerlos como están que digitalizarlos.
Lo mismo pasa, por ejemplo, con minimalizar la ropa: ¿para qué voy a buscar una campera/chaqueta que cumpla varias funciones, si tengo esas funciones cubiertas con varias chaquetas distintas?
Si viajamos, en cambio, esos pensamientos cambian. Digitalizar un libro o notas se vuelve necesario para no tener que cargarlas a lo largo del viaje. Encontrar un chaqueta que cumpla varias funciones es la movida más inteligente (¡y urgente!).
Esto me sucede a mi también. Antes de cada viaje encuentro, mágicamente, el tiempo para digitalizar todo el papel que tengo dando vueltas. Al preparar la mochila descarto cosas, y en los días antes tiendo a realizar compras que estaba postergando.
Al mismo tiempo, el viaje nos inspira a mantener el minimalismo al volver a casa.
Para trabajar en los hábitos que te potenciarán y poder aprovechar los viajes para fortalecer estos hábitos, puedes descargar las Guías del Kit de herramientas gratis aquí:
#3. Estar en movimiento nos obliga a dejar ir del control constante.
La conexión constante se convierte, fácilmente, en control constante. Si trabajas desde una PC, tienes un smartphone y también usas una PC para cosas personales, probablemente estás conectado de forma ininterrumpida. Eso implica contacto constante con tus amigos, clientes, compañeros, colegas, etc.
A pesar de que nunca tenemos el control de todo, estar informados nos hace sentir más tranquilos. El problema es que esto puede convertirse rápidamente en una adicción sutil a los estímulos. Estamos tan ocupados prestando atención a todo que nos cuesta dejar ir ese flujo de información. Y eso es necesario para poder hacer un buen trabajo.
Por suerte para nosotros, viajar es una forma de cortar con ese control.
El movimiento de los viajes (más la falta de conexión en algunos lugares), nos obliga a desenchufar. Eso despeja nuestra mente, y nos permite salir de la burbuja cotidiana para ver las cosas con una nueva perspectiva, más fresca.
Como si fuera poco, al volver también descubrimos que podemos estar desconectados por horas/días sin que el mundo haga implosión. Si podemos desconectarnos y no pasa nada, quiere decir que el tiempo conectados no es tan útil ni fundamental como pensamos.
#4. ¿Cómo harías todo lo que tienes que hacer con sólo 2 horas al día?
Esa es una de mis preguntas favoritas. Tim Ferris la menciona en “La Semana Laboral de 4 Horas”. El planteo es el siguiente: “Si alguien te pusiera una pistola en la cabeza, y estuvieras obligado a dejar de hacer el 80% de las cosas que haces y que te consumen tiempo, ¿qué quitarías del medio?”
De una forma más suave y agradable, los viajes nos obligan a hacer lo mismo. Sobretodo como emprendedores.
Es fácil acostumbrarnos a trabajar demasiado en el día a día. O dejar que la vida cotidiana nos consuma con una lista eterna de cosas por hacer. Muchas veces las cosas en nuestra casa cumplen esa función (¿cuándo voy a cambiar esa lámpara? ¡Debería limpiar este mueble! ¿No debería ir a visitar a mi suegra esta semana?).
Cuando viajamos, esa lista desaparece. Se da vuelta, y empezamos a sentirnos obligados a darle un lugar a cosas que nos divierten ( “No viajé hasta aquí para pasarme el día en la computadora”).
Como emprendedores, sin embargo, algún nivel de actividad con el negocio continúa. Sobretodo si queremos viajar seguido. Tal vez sean simples actividades de mantenimiento, o tal vez incluso tratemos de que una parte del proyecto siga avanzando.
Si combinamos estos dos factores, el resultado es claro: las cosas deben seguir funcionando, pero con menos tiempo. El viaje se convierte en una agradable pistola a la cabeza, obligándonos a priorizar.
En este viaje, por ejemplo, estoy practicando mantener al día mi correo y redes sociales en 60 minutos por día, de lunes a viernes.
Sé que si me atraso, estoy en problemas. También sé que no puedo expandirme por fuera de esos 90 minutos (Ley de Parkinson). Y sé, finalmente, que estar conectado todo el día viendo las cosas a medida que suceden no es una opción.
Vamos 10 días de viaje, y hasta hoy el sistema ha funcionado perfecto. Llevaba meses pensando en implementarlo, y ahora me vi obligado a aplicarlo.
#5. ¿Qué quieres hacer?
Así como un viaje nos obliga a optimizar y enfocar las horas en que trabajamos, también nos obliga a pensar qué queremos hacer el resto del tiempo.
Y eso nos da una pauta clara de qué cosas nos gustaría hacer día a día, pero no nos estamos permitiendo.
Piensalo así. Si tuvieras 14 días libres, y estuvieras en tu casa, ¿qué harías? La mayoría de las personas mantienen su rutina. Aprovechan “para ponerse al día”. Duermen.
Ahora, si tuvieras 14 días libres en una ciudad distinta a la tuya, ¿qué harías? La mayoría de las personas googlearían actividades divertidas para hacer. Para algunos sería ir a un museo. Para otros ir a pasear por la naturaleza. Otros apuntarían a los eventos culturales. Otros simplemente irían al mercado a buscar ingredientes nuevos para cocinar.
¿Cuándo fue la última vez que googleaste cosas para hacer en tu ciudad?
Al obligarnos a pensar cosas que nos gustaría hacer y cómo queremos aprovechar la ciudad en que estamos, el viaje nos ayuda a conocernos mejor y pensar qué tipo de actividades podríamos realizar en nuestra ciudad.
Esta semana, por ejemplo, aprovechamos para pasear por el centro de Mendoza, fuimos a un par de sitios en medio de la naturaleza, caminamos mucho más de lo normal, cocinamos y también pasamos un día en las termas.
Y esto me tiene pensando, ¿por qué no buscar sitios similares en Salta, y hacerme un lugar entre semana para visitarlos? ¿Por qué nunca fui a las termas que están cerca de mi casa?
Minimalizar en un viaje nos permite liberar tiempo y energías para movernos más tranquilos. Verlo así nos permite vivir, en pequeña escala, el poder del minimalismo. Conectado con este punto, también vemos qué hacer con el tiempo y energías que liberamos.
Un viaje no es sólo algo que disfrutamos esos días, sino también una oportunidad para descubrir cómo queremos aprovechar nuestra vida cotidiana.
#6. La travesía, personal trainer.
Otro de los errores que cometemos al desarrollar hábitos es atar esos hábitos a cosas que no dependen de nosotros, o que pueden cambiar con facilidad.
Si te cuesta pensar un ejemplo, piensa en el siguiente: ¿alguna vez escuchaste a alguien decir, “voy al gimnasio porque si no pago, no me comprometo”?
Es bueno aprender qué mecanismos nos funcionan para desarrollar hábitos, pero también es bueno mejorarlos al punto en el cual podamos mantenerlos pase lo que pase, ¡sobretodo si nos gustaría viajar mucho!
El ejercicio es un ejemplo claro. Cuando viajamos no podemos llevar al gimnasio con nosotros. Los horarios de clases de gimnasia se dificultan.
Así que necesitamos encontrar formas creativas de mantener nuestros hábitos, y eso nos obliga a ser más independientes: ¿cómo puedo hacer ejercicio en un departamento? ¿qué tipo de ejercicios pueden mantenerse en cualquier espacio verde?
Lo mismo se aplica, desde luego, a otros hábitos.
Si nos gusta cocinar sano, por ejemplo, tendremos que aprender a cocinar sano con menos elementos (y así seremos independientes de la cocina equipada que tenemos en casa).
Otro ejemplo es qué medios uso para organizarme. Normalmente realizo rutina de organización diaria en la PC. Sin embargo, no siempre en un viaje tengo acceso a la PC con facilidad.
Eso me obligó a migrar todos mis documentos a plataformas que funcionen tanto desde la PC como desde el celular. De PlanPlus migré mis cosas a Evernote. De Excel a Google Spreadsheets.
Esto no sólo me permite mantener el hábito contra viento y marea en el viaje, sino que también me permite ser más flexible al volver a casa.
#7. Viajar nos obliga a aprender, y eso nos recuerda que es normal equivocarnos.
Piensa en tu rutina: ¿qué parte de ella implica aprendizajes, y qué parte implica repetir cosas que ya te funcionan?
Para la mayoría de las personas, los años después de la Universidad se convierten en un camino donde el aprendizaje es cada vez más extraño y menos sistemático. Hay excepciones, claro, pero incluso en esos caso el aprendizaje tiende a limitarse al área profesional.
Al viajar, todo lo conocido desaparece, y por lo tanto se abre la necesidad de re-aprender. En un viaje cerca, puede ser aprender a ubicarnos, nombres de calles y lugares. En un viaje lejano, tal vez incluye aprender un nuevo idioma.
En todos los casos, el viaje nos obliga a aprender, y cuando aprendemos recordamos cuán normal es cometer errores. También que cometerlos no es tan grave.
La rutina diaria con pocos aprendizajes nos lleva a temer los errores. Los viajes generan todo lo contrario. Aceptamos los errores porque nos damos cuenta de que la única forma de no cometerlos es quedándonos quietos, y eso no es una opción.
Bueno, en la vida quedarnos quietos tampoco es una opción. Y los errores no tienen nada de malo cuando nos permiten aprender para continuar nuestro camino.
Y no digo esto para justificar que nos hayamos perdido al entrar en auto a Tucumán, o porque cada vez que salimos de la ciudad de Mendoza me meta por calles en contramano ;).
Si quieres mejorar, es hora de agendar un pequeño viaje.
Como postergador crónico, debo advertirte contra el peligro de que leas esto y pienses: “Suena bien, las próximas vacaciones lo tendré en cuenta”.
Si los viajes nos ayudan de formas tan variadas a optimizar nuestro día a día, deberíamos intentar realizarlos más seguido. Para ver estos beneficios no es necesario realizar un viaje de seis meses, o 45 días. Alcanza con separarnos uno o dos días. Si eliges un viaje de ida y vuelta un día también vale :)
Así que te propongo que hagas eso, ahora mismo. Antes de cerrar el artículo.
Para que sea fácil, te dejo un paso a paso:
1. Pensar con quién te gustaría viajar. Viajar acompañado hace que el viaje se disfrute más, y sabes que al estar comprometido no lo postergarás luego. Puede ser viajar con tu pareja, un amigo o alguien de tu familia. Piensa que será una linda experiencia para todos.
2. Abre el calendario y elige una fecha en el próximo mes para tu viaje. Está prohibido que sea después.
3. Comparte este artículo con esa persona, y adjunta un mensaje que diga: “Creo que nos vendría bien hacer un viaje, ¿qué te parece el XX/YY?”.
Hay una frase se Séneca que siempre llamó mi atención.
Dice: “No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”.
Estoy de acuerdo con que la adversidad nos pone a prueba. Pero no estoy de acuerdo en que dependamos de ella para eso. Podemos generar nuestros propios desafíos, fortalecernos con ellos y cada vez apuntar más alto.
Viajar, ahora me doy cuenta, es una herramienta para ello. Para ser más flexibles, priorizar mejor y fortalecer nuestros hábitos.
¡Así que a viajar se ha dicho!
Mati