Esta semana estuve pensando mucho en los problemas que nos ocasiona nuestra educación. Me refiero a lo que nos enseñan en la escuela, y específicamente a cómo eso afecta nuestra posibilidad de emprender.
Una de las cosas lindas de nuestro trabajo es que siempre volvemos a interactuar con personas nuevas. Con ellos, nos toca sumergirnos en negocios y mercados desconocidos. Cada situación es diferente, y eso implica aprendizajes y desafíos diarios.
Al trabajar con otros también tenemos la oportunidad de ver qué problemas y obstáculos son comunes, y cuáles varían de acuerdo al país, edad o industria que elegimos.
Uno de los problemas es que el 99% de nosotros no fuimos educados para emprender.
Se repite sin importar la edad, el sexo o qué negocio deseen emprender. Nos encontramos cada semana con personas extremadamente formadas, inteligentes y talentosas que se paralizan frente al reto de emprender.
¿Por qué sucede esto? ¿Hay algo que podamos hacer para resolverlo?
Como nuestro trabajo #1 es ahorrarles tiempo y acelerar sus resultados aprovechando nuestra experiencia, hoy quiero que hablemos sobre este problema, ¡y sobretodo sobre cómo solucionarlo!
El origen del temor a emprender.
Todos hemos leído a algún autor hablar de cómo el sistema educativo fue diseñado para otra época. De qué modo las escuelas surgieron para formar operarios para la Industria o cubrir los déficit de empleo calificado.
Eso podría hacernos pensar que los problemas son algo del pasado. Pero estaríamos equivocados.
En la Comunidad de Superhábitos hay personas de muchísimas edades y lugares. Algunos terminaron el colegio hace menos de 5 años. Otros hace más de 50 :) La mayoría estamos en algún lugar en el medio.
Sin importar en qué lugar te encuentres, quiero que te hagas dos preguntas:
1. ¿Cuántas veces contemplaste empezar un negocio mientras estabas en la escuela o en la universidad?
2. Si sucedió alguna vez, ¿fue debido a lo que te decían tus profesores? ¿O fue por haber escuchado esas ideas afuera?
Para el 80% de nosotros, la respuesta a la pregunta #1 es “ninguna”. Estábamos demasiado ocupados intentando obtener buenas calificaciones, para luego entrar a la universidad u obtener un empleo bien remunerado.
Dentro del 20% restante, el 19% respondería a la pregunta #2: «Porque lo escuché afuera». Tal vez por un amigo, un libro o una conferencia.
Y el 1% restante son personas que tuvieron la suerte (y el privilegio) de ir a instituciones privadas especialmente innovadoras, que forman a sus alumnos para pensar como empresarios.
El resto de nosotros no se detuvo a pensar en emprender, porque estábamos demasiado ocupados corriendo otra carrera.
Quiero que frenes un segundo y pienses en cuáles eran tus preocupaciones al terminar la escuela. También cuáles eran tus aspiraciones.
Yo recuerdo que me pidieron que hiciera un currículum actual y uno imaginario, pensando cómo me gustaría que se viera mi CV en el futuro. Lo completé entusiasmado. En parte porque quería obtener una buena calificación. En parte porque me divertía imaginar como sería mi vida.
Mi CV imaginario seguía un paso a paso claro: ir a la Universidad y obtener grandes calificaciones. Con ello, obtener una beca para estudiar en el extranjero. Allí conseguiría un trabajo en una empresa internacional, y durante algunos años viajaría trabajando muy duro. Luego, pediría un traslado a Argentina.
Ni por un segundo pensé en escribir sobre empezar un negocio propio. Tampoco creo que mi profesora lo hubiera esperado. Emprender es, dentro del sistema educativo actual, un acto de rebeldía.
Y no es culpa de los docentes. Mi padre es docente. Mi abuela y algunos tíos también. Quiero, admiro y respeto muchísimo a quienes fueron mis profesores. Ellos fueron mis mentores en la vida, y les estaré agradecido siempre por eso.
No es culpa de los docentes, porque ellos fueron formados de la misma manera.
No creo que a esta altura importe de quién es la culpa. No aún.
Entrar en esa discusión ahora es como empezar a discutir quién es el culpable mientras estamos en un edificio en llamas. Lo mejor que podemos hacer es salir del edificio, apagar el incendio y luego sentarnos a conversar para que no vuelva a suceder.
Lo importante ahora es que nos demos cuenta de que el edificio está en llamas.
Nadie enseñó a nuestros profesores a emprender. Entonces ellos no pudieron transmitirlo tampoco. Las cosas que nos enseñaron a hacer y transmitir son, muchas, opuestas a emprender: buscar crear seguridad, repetir cosas sin chequear su realidad, buscar aprobación de nuestro superior y tener siempre un camino marcado para seguir.
Aunque saber matemática, lengua, inglés e informática son herramientas geniales una vez que empezamos un negocio, ese no es el problema.
El problema es que el sistema educativo no nos prepara para el momento más desafiante de todos: empezar. Dar el salto a lo incómodo y hacer realidad nuestras ideas.
Los síntomas de estos problemas educativos a nivel personal y social son claros
A nivel personal, sentimos miedo. La idea de salir a vender algo creado por nosotros nos aterra. Nos sentimos expuestos. Sabemos que tenemos más que aportar, pero nos sentimos incapaces de desatar ese talento.
Además, la cultura latina tiene una relación conflictiva con el dinero. De a ratos nos sentimos culpables de querer ganar más. Asociamos a los ricos con seres malvados. Eso no nos ayuda demasiado. Asociamos ganar más con mayor sacrificio, y nos resulta extraña la idea de que para ganar más tengamos que hacer lo que nos gusta.
Nuestro recorrido por el sistema educativo nos dejó dependientes de otros para generar ingresos, y hay algo que se siente injusto en todo esto.
¿Por qué otros pueden tener libertades que nosotros no? ¿Es una cuestión de carácter? ¿O simplemente porque fueron educados distinto?
A nivel social, los síntomas se ven en los problemas laborales.
En casi todos los países las condiciones laborales se deterioran y, aún así, la mayoría de las personas elige generar sus ingresos en relación de dependencia.
Aunque las tasas de desempleo aumenten, se automaticen tareas y haya cada vez más profesionales compitiendo por los mismos puestos, pocas personas toman cartas en el asunto y deciden pasar de buscar empleo a generarlo. Los jóvenes (y sus padres) ven a sus compañeros mayores egresarse y no encontrar empleo, y se convencen de que su caso será distinto a fuerza de buenas calificaciones.
No es que no sepamos que existen otras posibilidades. Los libros e Internet han abierto nuestra mente a la existencia de otros caminos para generar dinero.
Simplemente se trata de que como personas y como sociedad sufrimos del miedo a lo desconocido. La idea de emprender nos resulta tan extraña y aterradora que postergamos hacerlo, incluso cuando vemos que puede ser bueno para nosotros, nuestra familia y nuestra comunidad.
Ese es el problema.
Lo cuál nos lleva a la pregunta: ¿Cómo podemos superarlo?
Cómo empezar, y dejar atrás el miedo aprendido.
Esta pregunta es la que me dio vueltas toda esta semana, mientras pensaba en los nuevos casos con los que estoy trabajando en la Mentoría. Tengo que dar una conferencia en las próximas semanas, y me gustaría cubrir el tema allí también.
Me senté a conversar con todos en el Equipo y tratar de reconstruir nuestro camino en los primeros tiempos emprendiendo. Vi fotos intentando identificar el proceso. Revisé diarios y notas viejas buscando por qué y cómo.
Llegué a una conclusión: pudimos emprender porque fuimos “contreras”. Nos funcionó exactamente lo opuesto a lo que normalmente se dice de emprender.
No vivimos emprender como un proceso personal riesgoso y complejo que depende del carácter. Lo vivimos como un proceso de equipo relajado y divertido, que depende de la paciencia.
Veamos cada una de estas partes.
#1. No hacerlo sólo, sino en equipo (o Comunidad)
Ya estamos de acuerdo en que emprender es desafiante. Eso no es malo.
Uno de los desafíos más grandes al emprender es que desaparecen los patrones externos para medir si lo que hacemos está bien, si estamos avanzando a la velocidad adecuada y si deberíamos cambiar algo.
No hay un jefe o maestro que nos corrija, y se vuelve fácil perder la perspectiva. Estamos sumergidos en nuestra mente y perdemos noción de la dimensión real de las cosas. Por eso se habla tanto del vaivén emocional de los emprendedores. Un día nos sentimos Steve Jobs. Al día siguiente un fracaso absoluto.
La falta de perspectiva y el vaivén pueden volverte loco si emprendes solo.
En nuestro caso, eso se solucionó con el equipo y los amigos de quienes nos rodeamos.
Al emprender en familia tenemos siempre una mirada externa. Si uno de nosotros tuvo un mal día y siente que todo va a fracasar, otro le recuerda los logros de ayer. Entre los dos logramos un punto de equilibrio. Así podemos elucubrar menos y hacer más, que es la receta para tener resultados sin angustiarse.
Al mismo tiempo, de a poco fuimos conociendo y compartiendo con otras personas en el mismo camino. Amigos como Scott y Chelsea, Rox y Javi, Sergio, Nelson, Andrea, Gustavo, Andrés y Angel. Como decía siempre Scott: rodearte de personas que están haciendo algo es la forma más fácil de darte cuenta de que no es imposible.
Por eso nos esforzamos por generar interacción dentro de la Comunidad de Superhábitos, empezamos cada evento con dinámicas y creamos grupos de Facebook para cada uno de los cursos que hacemos. No hace falta tener socios en tu emprendimiento para no emprender solo. El truco más simple para avanzar acompañado es formar parte de comunidades con el mismo objetivo, y acercarte amistosamente a personas que admires.
#2. No arriesgarlo todo, sino avanzar relajado
Esto suena contra-intuitivo, ¿verdad?
Si entramos a una cuenta de Instagram para emprendedores vamos a encontrar frases que pintan a los emprendedores como amantes del riesgo. Personas tan temerarias como un corredor de Formula 1 o un deportista extremo. Hace un rato vi una foto tipicona con la frase: “Los miedos no viven aquí”.
Motivarse está muy bien. El problema es cuando la motivación se convierte en engaño.
Un conductor de Formula 1 no maneja a 260 km/h el primer día que se sube un auto.
Un emprendedor no arriesga su vida el primer día que emprende.
Hay personas que aprender a manejar más rápido. Otras un poco más lento.
Ahora bien, si nadie nos enseñó a manejar en toda nuestra vida, debemos tomarnos el proceso relajados. Disfrutar de las primeras lecciones con la tranquilidad de quien está aprendiendo, y asumir riesgos sólo en la medida en que nos sentimos cómodos.
Nuestro truco para hacerlo fue priorizar el largo plazo sobre el corto plazo. Si intentamos pasar de 0 a 100 en nuestra primer vuelta a la manzana nos paralizaremos. Si ponemos el objetivo en andar a 100 en un par de meses, entonces se vuelve más fácil.
El primer día nos familiarizamos con el auto. Una semana después lo arrancamos. Damos la vuelta a la manzana, y luego salimos del barrio. Luego a una autopista, y allí nos acostumbramos a la velocidad.
El secreto está en sacar los riesgos y miedos del medio, y convertirlo en una aventura. Una inversión de largo plazo que hacemos por nosotros mismos. Tener el foco allí evita que leamos todo lo que existe sobre autos antes de subirnos a uno. En cambio, leemos lo básico y lo probamos. Con esa experiencia, filtramos mejor información y nos preparamos para el próximo paso.
Nosotros empezamos a emprender con un capital de menos de U$20. Entre que hicimos las primeras pruebas y generamos ganancias relevantes pasaron 18 meses. De allí pasó otro año y medio de experimentar con negocios y alternativas antes de que nos animáramos a lanzar algo anclado a nuestra marca personal. Empezamos a emprender juntos en 2010, y Superhábitos recién salió a la luz en 2014.
Por eso recomendamos empezar tu negocio mientras trabajas, y no renunciar antes. Por eso también es buena idea empezar sin capital, y no endeudarte para iniciar.
¿Por qué subir a tu familia a un auto, ponerlo a 100 y ver si puedes manejarlo bien a la primera? Es mejor para tu salud mental, y también para los resultados, que empieces a manejar, domines el auto y lo hagas andar antes de salir de viaje.
Nuestra experiencia nos demostró que de esa forma avanzar se vuelve más fácil. El miedo sigue estando allí, pero no te frena. Sabes que no está todo en juego, y eso te permite jugar tranquilo. Probar cosas nuevas. Al hacerlo, aprendes el juego y te animas a nuevos niveles :)
#3. Complejizarlo demasiado no ayuda a nadie (excepto a Twitter)
El tercer secreto es hacerlo simple. Sacar el ruido y quedarse con lo esencial.
Si entramos a Twitter (o vamos a un evento típico de negocios) podemos marearnos rápidamente: redes sociales, planes de negocio, técnicas de venta, marketing online, de afiliados o en red, etc., etc.
Hay muchas demasiadas palabras y técnicas dando vueltas. Si pensamos que emprender implica saber utilizarlas a todas juntas desde el 1° día, nos hacemos una ensalada. La complejidad nos abruma y deja a un lado, posponiendo durante años por que aún no sabemos lo suficiente.
Así como es una pésima idea arriesgarlo todo para empezar, también es una pésima idea intentar aprender todas las técnicas y opciones antes de dar el primer paso.
La verdad es que no es necesario saber usar Twitter, Facebook, Snapchat, Instagram, Linkedin, WordPress, Tienda Nube, Mercado Libre, Planes de Negocio, Marketing y Growt Hacking para empezar.
De hecho, si salimos a investigar a emprendedores en nuestra ciudad nos encontraremos con que muchos no saben qué significan 2/3 de esas palabras.
Lo único que necesitamos para empezar es pensar en qué problema solucionamos, de qué manera y cómo comunicamos el valor que tenemos para aportar.
Es como ponerse en forma. No necesitamos saber todo de nuestro metabolismo, la dieta japonesa y la historia del running para bajar de peso. Sólo necesitamos comer un poco mejor y hacer más ejercicio.
Si lo hacemos simple, es más fácil actuar. Nos permite tomar de la complejidad sólo lo que necesitamos, y nos quita la idea de que necesitamos saber todo para empezar.
Esto nos sirvió a nosotros cuando empezamos vendiendo accesorios (sólo pensar en hacerlo primero, y luego en vender cinco a quien afuera). También vemos los resultados en los mentoreos y los programas. Dejar de pensar en nuestras redes sociales y enfrentar uno a uno los problemas inmediatos de crear un negocio es más efectivo.
No necesitamos un mejor perfil de Twitter. Simplemente necesitamos encontrar un problema a solucionar. Entonces, dejemos de pasar tiempo frente al ordenador y vayamos a preguntarle a las personas qué necesitan.
#4. No se trata de tu carácter, sino de invertir en aprender
El último Tip para superar nuestros problemas educativos es… re-aprender.
La falta de formación sobre emprender generó en la mayoría de nosotros una mística emprendedora. Sentimos que emprender es algo de otro planeta.
Yo imaginaba a los emprendedores como personas con voluntad de hierro y una astucia peliculesca. Algo lejano, distinto de mí.
Por eso no puedo evitar sonreír cada vez que me toca ir a una conferencia para emprendedores. Sé que las personas tienen una imagen de emprender que no se condice con lo que van a escuchar de mí. No tengo una voluntad de hierro, y a diario dudo de mis decisiones.
Claramente para mí emprender no es un don o algo en el ADN. Es algo que se aprende.
Muchas personas se estancan en el camino a su propio negocio porque intentan descifrar todo solos. La falsa mística emprendedora nos ha llevado a pensar que las ideas de negocio surgen en soledad en la montaña, y que las personas empiezan negocios aislados en sus garages.
A nosotros nos funcionó lo contrario: en lugar de aislarnos, buscamos ir a lugares donde hubiera personas emprendiendo. Foros online y eventos presenciales.
Invertimos tiempo y dinero en libros, cursos y talleres. Mucho antes de tener un cliente habíamos comprados 3 libros de Kiyosaki y todos los de Stephen Covey. Ahorramos entre los 4 y compramos un Programa de Formación para Inversores. Nos turnábamos para ir a Cursos y luego compramos los 2 cursos de Live Your Legend usando nuestros sueldos.
Descifrar las cosas solos implica tiempo y esfuerzo. Si nos cuesta especialmente, ese tiempo y esfuerzo puede llevarnos a bajar los brazos.
Los problemas de la educación tradicional se resuelve volviendo a educarnos. Esta vez no con los profesores que “nos tocan”, sino eligiendo a personas que respetamos y admiramos por su honestidad, experiencia y valores.
Tuvimos suerte, pero no debe depender de eso
Cuando encontré estos 4 puntos me sentí sorprendido. No fue un plan, ni algo que hayamos pensado. Simplemente fuimos en un proceso de prueba y error. Viendo hacia atrás, resultó que lo que funcionaba era contrario a lo que se escucha normalmente.
Gran parte de lo que nos pasó estuvo marcado por la “suerte”. Teníamos vínculos fuertes, con lo que emprender en equipo se sintió natural. Empezamos siendo jóvenes, y por ello empezamos viviendo emprender como algo relajado. Mi papá siempre fue de comprar libros, y de él aprendimos a ver esos gastos como inversiones.
Que alguien emprenda no puede depender de eso. Descifrar qué nos funcionó es importante para que pueda funcionarte a ti también. Cuando el sistema educativo pone a la mayoría de las personas en jaque, hace falta un esfuerzo igual de grande para dar vuelta el problema.
Si emprender es bueno para ti, tu familia y tu comunidad, entonces necesitamos encontrar una forma de sobreponernos a los viejos paradigmas y actuar.
Para nosotros, eso implica hacerlo en equipo, de forma simple, poco a poco y enfocados en aprender. Si muchas personas hacemos esto, podemos cambiar el mundo para nosotros y la educación para las generaciones que siguen.
Mati.
PD: ¿Qué piensas sobre cómo fuiste educado y la manera en que eso te afecta al emprender?, ¿En tu escuela o Universidad se hablaba de negocios? ¿Cuándo te diste cuenta de que era un problema?