Tirarse a la pileta: aprender viviendo

Las cosas no se dicen, se hacen,

porque al hacerlas se dicen solas.

Woody Allen

Foto by Josh Sawatzky

Foto: Josh Sawatzky

Hasta este, todos los veranos fueron iguales: pararme al lado de la pileta. Mirarla. Preguntarme: ¿estará fría? Meter un pie. Si no estaba tibia: dudar. Meter el otro. Volver a dudar. Planear una entrada lenta y de a poco. Se largó a llover. O ya son las 6 de la tarde. No es un buen momento, o yo no me siento bien.

Bueno, será otro día. Y nada de pileta.

Este verano cambié mi enfoque, y me reté a mi mismo. Pensé que, si voy a escribir sobre hábitos para vivir distinto no puedo arrugarle a la pileta. Las reglas que puse son simples:

  • Cada vez que esté en una pileta entre el 21 de diciembre y el 21 de marzo tengo que tirarme adentro.
  • No vale meter el pie antes.
  • No hay excusa que valga. Es aunque llueva, granice, sea de noche o la pileta sea un criadero de cocodrilos. Bueno, tal vez esa última no sea buena idea.

¿Qué pasó?

  • Me dí cuenta de que la pileta nunca está tan fría como para que algo realmente malo me pase. Básicamente, siempre los temores en mi mente eran más grandes que las posibles consecuencias reales.
  • Al contrario, encontré siempre divertido y refrescante meterme. En lugar de que se hagan las 6 y no meterme pasé a pasar 4 horas seguidas adentro. Una vez que nos adentramos en lo desconocido descubrimos las cosas que nos gustan allí, y ya nos resulta difícil volver.
  • Me obligué a ponerme incómodo, y de nuevo, encontré que uno fácilmente se acostumbra a vivir en zonas de incomodidad. Ahora, sin darme cuenta, y aunque esté lloviendo, meto la malla en la mochila. Siempre listo.
  • Cambió la percepción que otros tienen de mí. Una prima (que siempre está adentro de la pileta) me dijo hace unos días, cuando llegó a una comida en la que había pileta: «Hoy nos metemos, ¿no?». Cuando le dije que sí, me contestó sonriendo: «¡Buenísimo! Antes nunca te metías». Las personas valoran nuestros pequeños cambios (buenos y malos) y los perciben mucho antes de que nosotros mismos nos demos cuenta de su importancia.
  • Me siento distinto conmigo mismo, por haber roto un hábito que tenía hace años, sin un motivo real. Desafíe mis pequeños y cotidianos límites, y ahora puedo disfrutar más de mis veranos.

Con un pequeño cambio cotidiano, un simple paso fuera de mi zona de comodidad, aprendí muchísimo. Y de eso se trata esta Super-comunidad.

Puede pasar que vos siempre te hayas metido a la pileta, y no te resulte incómodo. Ahora te propongo un reto: pensá en el proyecto más importante que atesoras en tu interior. Pensá en esa idea que, de hacerla realidad, haría que todo cambie.

Por un segundo, representala en tu mente como una pileta. Y volvé a leer este post.

Así nació Superhábitos. Queremos ayudarte a que tu Proyecto se haga realidad, aunque haga frío, llueva o la oportunidad no sea ideal.

Todo empieza por plantearse un reto, aunque sea pequeño, y llevarlo adelante, empezando a sentir cómo vos y el mundo cambian. Acá tenés algunas pautas:

  • No te plantees un resultado, sino una conducta que esté completamente bajo tu control pero que te resulte incómoda. La idea es ejercitar el hábito de empezar a hacer.
  • Pensá un disparador, algún indicador de que tenés que hacer eso, y que no tengas que pensar demasiado. Por ejemplo, si lo que te incomoda es hablar sobre tus sueños, cada vez que te pregunten: «¿cómo andás?» contestá «Bien, pensando en un Proyecto sobre XXX».
  • Empezá a prestar atención a lo que pasa, a cómo te sentís y a las reacciones de los demás.

A tirarse a la pileta se aprende haciéndolo. A emprender emprendiendo, y a vivir viviendo.

¿Cuál es ese gran proyecto para el que siempre testeás el agua pero nunca saltás? ¿Qué pequeño reto te podés proponer esta semana que te acerque a él, o que te ayude a salir de tu zonas de comodidad?

¡Contános en los comentarios!

¡Y que sea por una semana de ir más allá!

Foto: Emil Eriksson
Foto: Emil Eriksson